Ella lo recuerda como si fuera ayer. Sus manos entrelazadas buscaban la danza efímera de la juventud perdida. El reflejo del espejo se dejó de sentir. La humedad, el olor a madrugada, y el carmesí -de aquella cama- se desintegró. Jamás se lo dijo, pero ella lo amaba... No lo sabía, hasta entonces (Sandricuentos 445).
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