¡Suéltala!, le dijo desesperada. ¡Suéltala!, le dijo la que cojeaba. No puedo caminar si no vuela conmigo, contestó la "dientesca" de leona, que por flora y fauna, la melena -sin jaula- caía por su espalda. No era pluma, no era algodón. Era, solo, una flor, y se hacía llamar: Comunión (Sandricuentos 453).
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